Hace poco más de un mes, en aquel Arsenal vs. Liverpool, probé por primera vez una Guinness.
Lo que más me gusta de esta cerveza es cuando te la sirven. Me encanta ver como las olas internas de la cerveza van transformando ese color marrón en negro. Puede que resulte infantil, pero me fascina ver esa metamorfosis.
Ayer, sin embargo, vi el latir de la Guinness. Estaba en el Scooby's, cerca de Plaça Universitat, viendo el FC Barcelona vs. Werder Bremen, cuando me sirvieron una Guinness que en lugar de la clásica sedimentación, experimentaba como el latir de un corazón. El marrón claro bajaba y subía de nivel, como si la cerveza respirara, libre por fin de la opresión del barril.
Cuando se hubo calmado, ya convertida en negro brebaje, le dediqué una sonrisa seductora antes de unir su latir a cada una de mis expectantes papilas
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