Había acabado la Navidad, unas fiestas en las que no sentía nada especial excepto la agotadora obligación de repartir consumismo y ser menospreciado por los fieles seguidores de un tronco y los de tres amiguetes que iban a jugar al mus a casa de un tal José. Los últimos años siempre le pasaba lo mismo. Los niños esperaban con ansiedad que bajara por la chimenea, incumpliendo cientos de normativas de seguridad laboral al no llevar ni cordaje ni mascarilla para no respirar hollín, y dejara dentro de unos calcetines mugrientos todos los regalos que habían pedido. Él, ya que sólo trabajaba un día al año, no se quejaba y cumplía. Todo fuera por ver a "sus" niños sonrientes ante los regalos. Pero ahora, todo había cambiado. Los niños sólo se quejaban de que no había cargado con TODO lo que habían pedido. Los padres, principales sponsors de su trabajo, le echaban la culpa al repartidor en lugar de aflojar la pasta. Y los nenes lo primero que hacían después de abrir sus regalos era enviarle amenazas de muerte del plan "hijo de puta gordinflón, pedazo de gilipollas, el año que viene como no me traigas todos los regalos te voy a poner alambre de espino en la chimenea, para que te jodas" o del tipo "imbécil, los Reyes Magos son mejores que tu". Y a todo esto, él no puede contestar a tales misivas ya que le prohibe la cláusula 24 de su contrato. Y por si fuera poco, ahora salía gente como hongos apuntándose a la moda de querer colgarlo del balcón, a la intemperie, o bien subiéndose al carro de las plataformas que lo querían quemar y poner en su ligar un tronco con barretina al que directamente le pegan una paliza para que cague regalos.
El día de Reyes se metió en un pub a beber Guiness, donde se encontró a un tal Veí, discutiendo con una tal Joana y un tal Clint sobre la necesidad de quemarle el trineo y colgarlo por los huevos en una estaca.
"El año que viene hará de Papa Noel tu padre", le dijo todo borracho a una pareja, Joan y Carolina, que hablaban tranquilamente en una esquina.
Mientras se quitaba el uniforme y le lanzaba el chaleco a Rosa, el pantalón al Gatot, una bota a Metis y la otra a Sigorgik, se encaminó a la calle, donde se quedó dormido después de vomitar su desesperación.
Ya cuando cerraban el pub, una parejita salió detrás de una esquina oscura. Ella, una tal Déjà Vie, mientras se acababa de bajar la falda que momentos antes su caballero andante había querido agujerear con su lanza en ristre, se entristeció de aquel pobre tirado en la calle en plena celebración de reyes y le tapó delicadamente con el mismo gorro que, momentos antes, él había tirado a Jordi Casanovas.
8 comentaris:
en realidad confesamos nuestro crimen y fuimos nosotros que le pusimos un hongo alucinogeno en la tapa que le sirvieron junto a la mahou (ya se sabe que es la mas mala).
lastima de la compasion de deja vie¡ como nos hubieramos reido en el proximo calendario solidario de los reyes magos con las fotos del papa noel en bolas y borracho¡¡ seguro que habriamos sacado suficiente dinero para los regalos que no traiste cabron¡ jejej
besos
i dius que a mi em va tirar el gorro? Suposo que estava pitjor que ell, per què no me'n recordo ;)
Bona història i gràcies pel cameo.
i t'has oblidat de dir que a mi em va deixar un ull ben blau! kina borratxera que portava el tio!
jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. como he reido con este cuento colectivo, me encanta este tipo de cuentos. Yo los trabajaba bastantes en clase.
Me encanta que siempre pienses en tus amigos y los incluyas en tus historias tan...Creativas?
Y el pobre papa Noel es normal que se de a la bebida!!
Un abrazote
T'ha quedat irònicament quixotesc... molt ben trobat!
Discutir amb el Veí? Però ... què deuríem discutir... Ara m'has fet rumiar!!!!
Molt ben trenat!
Nen, no crec pas que discutissim massa...amb la Joana clar! al veí ja seria unaltre cosa! jajajaja tot i que tampoc ho crec massa!
Molt divertit!
i ara... quan tindré ocasió de posar-me els pantalons vermells?
petons i llepades post-nadalenques!
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